martes, 8 de diciembre de 2009

EL PEINE DE LOS VIENTOS

"El mar tiene que entrar en San Sebastián ya peinado", bromeaba el escultor al observar cómo el viento sur levantaba, ondulaba y rizaba las olas que cabalgan las rocas.



El peine de los vientos (1977) de Eduardo Chillida.
Formado por tres esculturas arboladas de acero enclavadas en las rocas del mar de un extremo de La Concha de San Sebastián, esta fusión entre land art e informalismo al aire libre, sufre las agresiones de las olas que rompen en ellas en un sitio privilegiado para contemplar el mar. Chillida eligió ese sitio “el yunque de los sueños” (como él lo llamaba) por dos motivos: por un lado, porque era donde él iba de adolescente a hacer novillos los días de temporal para asomarse al mar, y por otro, porque fue para él un observatorio intimo al que iba con su esposa desde el Bachillerato.



Siempre quiso transformar este sitio en sitio habitable para los ciudadanos. Para él, "Este lugar es el origen de todo. Él es el verdadero autor de la obra", "Lo único que hice fue descubrirlo. El viento, el mar, la roca, todos ellos intervienen de manera determinante. Es imposible hacer una obra como ésta sin tener en cuenta el entorno. Sí, es una obra que he hecho yo y que no he hecho yo".
Para colocar las tres piezas de 10 toneladas de acero cada una, Chillida llegó a pedir helicópteros a la Embajada estadounidense. Como dijeron que no, José Elósegui construyó un puente en 1977 con raíles que, sorteando los temporales, se alzaba sobre el mar.
Efímera y caduca, representa la levedad, y al mismo tiempo, la eterna permanencia, el ‘Peine del Viento’ ha creado un sitio de preguntas y respuestas eficazmente integrado entre los grandes focos de identidad de la ciudad.

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